Edad: 84 años
Hijos: 10
En el mes de marzo de 1936, nació en la comunidad de Las Lagunas, justo donde comienza la Cordillera Central, una hermosa muchacha que sus padres Evangelista Alcántara y Alejandrina de León bautizaron con el nombre de Eduviges. La hermosa niña creció fuerte y sana, junto a sus hermanos Teófilo, Pedro, Alfredo, Jacobo, Luz, Librada, Eladio y Diógenes, aprendiendo muy temprano las labores de la casa, lo que aprovechó su padre para llevarla de un conuco a otro cocinándoles a los trabajadores como lo haría cualquier mujer adulta.
Tenía (y conserva) muy buena figura y bonita voz, por lo que la solicitaban con frecuencia para cantar en las noches de vela o para bailar en los “pericos ripiaos” que eran las fiestas de gala de su época. Cuando tenía 17 ó 18 años se fue a pasar unos días donde unos amigos en Boca de los Ríos; allí conoció al apuesto galán Baldomero de la Rosa, “muelú” de nacimiento y de profesión, quien comenzó a cortejar a la tímida muchacha hasta que logró derretirle el corazón.
Llegó la hora de volver a Las Lagunas, pero el enamorado siguió a la joven, comenzó una relación que pronto se convirtió en amor y del amor nació la unión y de la unión una hermosa prole de nueve muchachos, como orgullosamente decía Baldomero: Rafaela, Filda, Luisa, Máximo, Amada, Rosario, Carmen Nelia, Elías y Evangelista.
Eduva, como le llaman sus familiares y amigos, fue mujer de un solo hombre (la pobre, dirían las muchachas de ahora). Sufrió la desdicha de que, cuando nacía su segunda hija, Baldomero montó una “sucursal” y, aunque Duva no era celosa, le dolió la pendejada, porque el hombre ya no era solo de ella.
Cuenta la doña que en una ocasión el don Juan de Baldomero cometió una travesura de las que eran frecuentes en él y le obligaron a llevarse a una muchacha, pero no tenía nada para realizar la forzosa unión. Fue donde Duva y le dijo: “tengo que llevarme a fulana y quiero que me prestes una sábana y una almohada”…la doña, en lugar de coger un palo y armar la bronca le dijo: “yo te lo presto, pero tienes que traérmelo todo nuevo”.
En un hogar de nueve carajetes comiendo y consumiendo, con un presupuesto repartido como en tres, siempre faltan cosas, pero la abnegada madre nunca dejó que sus hijos pasaran hambre y no le importó hacer cuantas labores eran permitidas para criar a sus nueve prendas con lo mínimo para vivir con dignidad.
Con sus 84 otoños, todavía tiene fuerzas para realizar las labores cotidianas del hogar y para recibir con mucha comida a sus nueve hijos, 38 nietos y 36 biznietos’, ocasión que se repite tradicionalmente cada año en la fecha de las madres. Duva es querida y respetada por jóvenes y adultos y consentida por su larga descendencia.
Nietos: 38
Bisnietos: 36
En el mes de marzo de 1936, nació en la comunidad de Las Lagunas, justo donde comienza la Cordillera Central, una hermosa muchacha que sus padres Evangelista Alcántara y Alejandrina de León bautizaron con el nombre de Eduviges. La hermosa niña creció fuerte y sana, junto a sus hermanos Teófilo, Pedro, Alfredo, Jacobo, Luz, Librada, Eladio y Diógenes, aprendiendo muy temprano las labores de la casa, lo que aprovechó su padre para llevarla de un conuco a otro cocinándoles a los trabajadores como lo haría cualquier mujer adulta.
Tenía (y conserva) muy buena figura y bonita voz, por lo que la solicitaban con frecuencia para cantar en las noches de vela o para bailar en los “pericos ripiaos” que eran las fiestas de gala de su época. Cuando tenía 17 ó 18 años se fue a pasar unos días donde unos amigos en Boca de los Ríos; allí conoció al apuesto galán Baldomero de la Rosa, “muelú” de nacimiento y de profesión, quien comenzó a cortejar a la tímida muchacha hasta que logró derretirle el corazón.
Llegó la hora de volver a Las Lagunas, pero el enamorado siguió a la joven, comenzó una relación que pronto se convirtió en amor y del amor nació la unión y de la unión una hermosa prole de nueve muchachos, como orgullosamente decía Baldomero: Rafaela, Filda, Luisa, Máximo, Amada, Rosario, Carmen Nelia, Elías y Evangelista.
Eduva, como le llaman sus familiares y amigos, fue mujer de un solo hombre (la pobre, dirían las muchachas de ahora). Sufrió la desdicha de que, cuando nacía su segunda hija, Baldomero montó una “sucursal” y, aunque Duva no era celosa, le dolió la pendejada, porque el hombre ya no era solo de ella.
Cuenta la doña que en una ocasión el don Juan de Baldomero cometió una travesura de las que eran frecuentes en él y le obligaron a llevarse a una muchacha, pero no tenía nada para realizar la forzosa unión. Fue donde Duva y le dijo: “tengo que llevarme a fulana y quiero que me prestes una sábana y una almohada”…la doña, en lugar de coger un palo y armar la bronca le dijo: “yo te lo presto, pero tienes que traérmelo todo nuevo”.
En un hogar de nueve carajetes comiendo y consumiendo, con un presupuesto repartido como en tres, siempre faltan cosas, pero la abnegada madre nunca dejó que sus hijos pasaran hambre y no le importó hacer cuantas labores eran permitidas para criar a sus nueve prendas con lo mínimo para vivir con dignidad.
Con sus 84 otoños, todavía tiene fuerzas para realizar las labores cotidianas del hogar y para recibir con mucha comida a sus nueve hijos, 38 nietos y 36 biznietos’, ocasión que se repite tradicionalmente cada año en la fecha de las madres. Duva es querida y respetada por jóvenes y adultos y consentida por su larga descendencia.
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